Mi vida está llena de retos.
Para mí, los retos son un aliciente para mejorar, para disfrutar cada día, esta genial tener un objetivo, me gusta ver que soy capaz de hacer cosas que no pensaba que podría, me gusta perseguir una meta.
Mi objetivo final es vivir feliz y sana.
Mi nuevo reto:
- No beber alcohol desde el 2 de mayo hasta el cumpleaños de mi amiga Cristina el 24 de junio.
- Comer sano,…como siempre.
- Ir frecuentemente al gimnasio, como siempre.
El objetivo final se consigue con pequeños retos, día a día, disfrutando del camino hasta llegar.
Punto de partida:
Así que, después de unas vacaciones de Semana Santa, unidas al puente del 1 de mayo, días de relax que me descontrolan con comidas fuera, gimnasios cerrados por vacaciones, horarios distintos a la rutina, y en los que perdí un poco el norte y no comí tan sano como suelo hacer, ni hice tanto deporte como me hubiese gustado, ni dormí todo lo recomendable, he decidido volver a mi estructurada vida, de alimentación sana y deporte y he marcado este pequeño reto.
¡No son ni dos meses!
¿Por qué lo hago?
Porque soy mucho más feliz cuando hago cosas sanas, me siento mejor, me siento poderosa y dueña de todas mis acciones.
Me atrae el hecho de dejar por escrito mis intenciones, porque les da como más credibilidad, y a lo mejor a alguien le apetece unirse a este compromiso hasta el 24 de junio.
Además el poner una fecha tope también es importante, porque auqnue yo lo hago con intención de seguir las pautas de vida sana, al vencimiento diré, lo he conseguido, pero es que además me siento bien, Y VOY A SEGUIR.
No tengo dependencia de nada a lo que voy a renunciar, ni al alcohol, ni al azúcar y mucho menos al tabaco. Por ejemplo la cerveza ni nada por el estilo, es algo que me gusta, pero que reconozco que tiene alcohol y si no la tomo, me siento mejor. Es lo mismo que me pasa con el azúcar, o con el tabaco; fumar, ya no fumo NUNCA, con el azúcar es algo distinto, a veces es una necesidad, y aunque no me gusta tomar azúcar, a veces lo hago, porque que no me guste tomar azúcar no quiere decir que no me gusten los dulces. Tomo un trozo de tarta ocasionalmente, o unas galletas, y cuando tomo azúcar, lo disfruto pero soy consciente de que estoy tomando algo que me perjudica, y procuro no convertirlo en algo habitual en mi vida, porque no vale la pena.
Gracias a lo que aprendí con la Whole30, (enlaza si aún no sabes lo que es) sé que las privaciones de ciertos alimentos durante un tiempo, nos ayudan a identificar mejor el bien o el mal que nos hacen, es un método prueba / error.
El dejar de tomar un determinado alimento durante un tiempo, nos puede ayudar a detectar que si no tomamos eso nos encontramos mejor.
Si bien es ciento que la cerveza hace bien a mi vida social, por la experiencia puedo asegurar que a mi organismo no le proporciona ningún beneficio. Cuando tomo cerveza he comprobado que duermo peor y tengo más sed.
Sinceramente creo que el alcohol no es bueno; ni el vino, ni la cerveza, por mucho que algunos médicos se cansen de repetir para tranquilizar nuestras conciencias.
Cuando dicen que un vasito de vino de vez en cuando no hace daño, es cierto, daño no hace, pero bien…TAMPOCO.
Tanto el consumo de vino como de la cerveza es defendido en ciertos cÍrculos, alegando las propiedades antioxidantes de los taninos del vino, o el aporte de vitamina B de la cerveza.
Y aunque es cierto que contienen estas propiedades, podemos decir que también se pueden conseguir esos beneficios sin tener que tomar el alcohol que les es inherente.
Por ejemplo, en vez de tomar vino podemos tomar las uvas, y en vez de una caña normal, podemos tomar cerveza sin alcohol.
Continuando con mi experiencia, el año pasado me propuse dejar la cerveza durante un tiempo, dos meses o algo más, días consecutivos (este dato es importante para evaluar los efectos en el organismo).
Ese tiempo que estuve sin probar el alcohol, y que en un principió pensé inhumano, me di cuenta que ni me costaba no tomar cerveza, y además, me di cuenta que tampoco me gustaba tanto, que la tomaba por hábito, una estúpida costumbre, y que en determinadas circunstancias pedía cerveza mecánicamente, porque ya ni pensaba en tomar otra cosa.
Con lo cual, a partir de esos dos meses de experiemnto del año pasado, cada vez que tomo una cerveza me planteo si realmente me apetece o la tomo por tomar algo, si es por lo segundo, me pido un agua, o una infusión y me quedo igual de satisfecha.
Si realmente me apetece tomarme la cerveza, la disfruto como si fuese la última que me vaya a tomar, y esto si que vale la pena.